Continuaremos
examinando los conjuntos catedralicios desde los cinco planos
argumentales complementarios, ya mencionados más arriba: a. historia de
la construcción; b. organización espacial; c. topografía sacra
(reliquias y altares); d. disposición litúrgica de los ámbitos; e.
discursos figurativos en el marco de sus contextos monumentales. Este
equipo estima y asume la consideración de los estratos arqueológicos de
los paramentos, así como el reconocimiento de sincronías y diacronías
en el proceso evolutivo de las construcciones. Abogamos por una
convergencia epistemológica de la arqueología y la historia del arte en
el estudio de la arquitectura medieval. Con todo, este equipo no se
limita a estudiar los edificios como la consumación de un proceso
constructivo reflejado en la epidermis del templo. Tan necesario como un
examen de la mecánica tectónica o de las huellas de uso y
rectificación, resulta justificar las aptitudes funcionales y las
cualidades intelectuales del edificio. Interpretamos las obras a la luz
de su marco sociocultural, su contexto histórico y su justificación
funcional. Necesitamos conocer adecuadamente la institución o
instituciones que alumbraron la obra, las dinámicas y tensiones sociales
que, desde el trasfondo, estimularon determinadas soluciones. No sólo
nos interesa la arqueología vertical o la iconografía de la
arquitectura. Consideramos útil y fructífero desarrollar una
antropología histórica de los espacios rituales de la Edad Media, con la
intención de conocer las actitudes políticas, culturales y doctrinales
de sus promotores y de sus destinatarios, en especial en el caso de las
catedrales. Las grandes iglesias son mucho más que marcos pétreos
caracterizados por una articulación espacial determinada, por la
asunción de modelos tipológicos o el empleo de un léxico constructivo
específico. Son machines à prier, machines à vénérer, machines à
émotionner. Las fábricas eclesiásticas medievales se concibieron y
realizaron como obras dotadas de valor representativo, competencia
semántica y cualidades audiovisuales para proporcionar relevancia y
sentido a las funciones cultuales. Para contribuir a ello, fueron
provistas de discursos figurativos en distintos soportes: pintura mural,
escultura monumental y mobiliario litúrgico. Así, entendemos la arquitectura como un producto cultural y no sólo como una estructura constructiva o un sistema mecánico y tectónico. La perspectiva culturalista y antropológica que asumimos, y desde la que ejerceremos nuestro análisis en el proyecto vigente y en trabajos paralelos, toma en consideración las atribuciones litúrgicas, la morfogénesis de los espacios eclesiásticos, la articulación topográfica, las responsabilidades simbólicas de las construcciones y sus relaciones con la historia del poder político y eclesiástico y, en última instancia, los valores iconográficos del edificio. Entendemos que sólo a través de esta perspectiva metodológica, se podrán advertir las complejas significaciones que los promotores quisieron atribuir y que fueron reconocidas en la fábrica (por qué) y la ocupación de los ámbitos en momentos específicos del ritual o del calendario por parte de sectores sociales o eclesiásticos (para quién), en lo que hemos dado en llamar la cronografía de los espacios catedralicios y la topografía de los tiempos rituales. Enunciado de modo sintético, la finalidad de nuestro proyecto es resolver una serie de interrogantes: a.- la elección de unos modos específicos o genéricos de ejecutar la arquitectura de un tiempo; b.- la configuración de topografías novedosas o tradicionales, cultuales y domésticas; c.- la confección de su morfología, la atribución de usos a los espacios rituales; d.- la precisión de las aptitudes semánticas de los programas visuales; e.- los vínculos de las provisiones textuales de las bibliotecas con los escenarios ceremoniales y artísticos; f.- la caracterización y experimentación de los espacios dados sus límites materiales y el empleo de sus cualidades inmateriales (luz y sonido). |
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